Este 25 de mayo tocó en cuarentena y ya salieron varias noticias al respecto… que si hay festejo, que si no hay festejo, que la situación está complicada. Y sí, está complicada. Pero no necesitamos pretender que sea como cualquier otro año, sino más bien preguntarnos cómo podemos usar esto que nos pasó (como pueblo y nación, en nuestra historia) y esto que nos pasa (esta crisis, pandemia) para aprender algo, para mejorar a nivel personal y colectivo.
Hay muchas historias inspiradoras, de los famosos próceres, los llamados héroes de la patria, esas que mandan desde el cole. Y también hay otras historias que no se cuentan, no porque sean secretas, pero que por ser tan comunes no trascendieron.
Y sin embargo, son las que más nos identifican: esas familias, personas que trabajaban, que tenían sus problemas allá en 1810 como los tenemos acá en 2020.
Sin esos hombres y mujeres comunes ¿hubiera sido posible la Revolución de Mayo? No pretendemos hacer un ensayo, pero la experiencia indica que los líderes necesitan el apoyo del pueblo. Que la presión ejercida por el pueblo en el Cabildo, en la plaza, en cada casa antes, durante y después de la revolución, fue crucial para que un cambio de estructuras tuviera lugar.
Entre tantas frases clásicas, la de “El pueblo quiere saber de qué se trata” tiene un encanto especial. No se sabe a ciencia cierta quién la dijo, o si se dijo tal cual (con la historia pasan estas cosas), pero así y todo refleja un sentimiento común que existió, un deseo colectivo de ser parte de las decisiones, de no quedar afuera de aquello que le concernía a todos.
¿Y qué tiene que ver esto hoy con nosotres, en esta cuarentena 2020?
Bueno, en primer lugar quiénes estamos acá, cómo, por qué, qué decisiones toman ahora nuestros gobernantes, por qué las provincias deciden algunas cosas, por qué la presidencia decide otras… tiene que ver con esto, porque otra sería la historia (no podemos saber cuál) si las cosas hubieran sucedido de otra manera.
Sin embargo, lo que nos interesa resaltar es lo siguiente: ¿Qué pasó con ese pueblo unido por un objetivo común? Seguro que no todos estaban de acuerdo unánimemente, pero hubo una fuerza conjunta que impulsó esos cambios. Eran épocas en las que, para bien o mal, se pensaba mucho en forma colectiva. No sólo en el sur de América, sino en todo el mundo.
Hoy el individualismo y regar la propia quintita son más comunes, y cuesta imaginarse al pueblo unido con tanta fuerza. A menos que sea por algo muy grande o terrible. Algo como la pandemia de una enfermedad contagiosa, una crisis económica que nos azota, un cambio de paradigmas que nos atraviesa y no sabemos para donde disparar. Y así y todo, no faltan las actitudes egoístas, irresponsables, alarmistas. Pero no es culpa de la pandemia. Lo único que hizo fue mostrar lo mejor y peor de nuestra condición humana.
A pesar de todo, hubo y hay numerosos actos de solidaridad, compromiso, generosidad. Preocupación por quien la rema al lado. Redes de contención. Contribuciones de todo tipo, desde múltiples lugares.
Parece que no todo es indiferencia, que hay un interés por unirse, por seguir tejiendo redes que años anteriores ya venían existiendo y se volvieron tan importantes ahora. Por construir nuevos espacios y oportunidades.
Además de unirnos para hacer algo juntos, para zafar el momento, es sustancial que podamos tener una visión más amplia, ver dónde estamos parades y para dónde salir caminando. Porque si no, salimos de esta, pero nos pasa otra por encima y no aprendimos nada.
En junio de 1810 se creó La Gazeta de Buenos Aires, un periódico semanal que buscaba informar al pueblo sobre las decisiones que se tomaban y las acciones de sus representantes. Hoy en día, tenemos todo tipo de diarios, revistas, noticieros, canales, cuentas en redes… hay un bombardeo de información, no siempre verídica, no siempre objetiva y ante este escenario nos preguntamos cómo hace el pueblo para saber.
Hay formas de saber, quizás no la verdad única y última, pero hay maneras: escuchar diversas voces. Tener pensamiento crítico. Buscar fuentes con puntos antagónicos y sacar conclusiones.
Tratar de obtener información de primera mano, de las personas que protagonizan los hechos. Asesorarse con personas expertas en la materia.
Para poder saber, antes hay que querer saber. Y acá se pone intensa la cosa. Porque es más fácil cerrarse a un punto de vista o repetir y reenviar, que cuestionar y analizar. También es cómodo quedarnos con una idea que nos conviene por algún motivo, en lugar de enfrentar verdades incómodas. Sin embargo, no puede haber libertad si el pueblo no quiere saber de qué se trata.
Y más allá de leer, escuchar, esto implica involucrarse, participar. Puede ser en espacios políticos, pero también sociales, educativos. En organizaciones de la sociedad civil. En espacios familiares, en grupos, en círculos. No se puede depositar en unas pocas figuras la culpa de todos los males, ni tampoco la salvación. Un país y un mundo mejor se trabajan codo a codo.
La crianza y el juego no son ajenos a esto. En el momento en que une niñe es involucrade en las actividades de su entorno, se le escucha y se le respeta, está aprendiendo a ser artífice de su propio destino.
Con sanos límites y descubriendo que las acciones tienen consecuencias, aprenderá a ser responsable, a respetar también a otres, a comprometerse con aquello que desea. Si crece en un entorno amoroso, aprenderá que es valiose, que puede confiar en sí, que puede jugársela por sus valores.
Con crianza consciente, hay peques que quieren ser parte de aquello que los involucra. Que participarán en la construcción de una sociedad mejor, no en algún punto en el futuro, si no cada día desde ahora, como niñes, jóvenes, también como adultes. Adultes que podrán buscar el buen vivir personal y colectivo, la diversidad, la salud del planeta. Porque un pueblo libre es aquel que quiere saber de qué se trata.